Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

sábado, 18 de febrero de 2012

El Asfalto...






http://lapor-la-la.blogspot.com/2011/06/desempolvando-clasicos-el-asfalto-de.html




      Cuando era chica, logró dejarme muy mal un capítulo de la serie de Narciso Ibáñez Menta: “El asfalto”, en donde él, (según mi visión de niña), protagonizaba a un personaje conocido y querido por el barrio. Y así, vestido de la mejor etiqueta, con su galera y bastón, (que era sombrero, en realidad), intentaba cruzar la calle de la época, mientras era saludado por los transeúntes. Aunque, lamentablemente, cuando puso sus pies, el enyesado, sobre el asfalto recién hecho, bajo el calor reinante, quedó atrapado en él.

  Al principio, la gente lo miraba casi con simpatía, diciendo: Mirá vos, qué gracioso lo que le pasó al Sr. tal, quedó pegado sobre esa mancha: ¿Estará queriendo demostrarnos alto? Otros, solo transcurrían con total indiferencia...

    Pero a medida que avanzaban los minutos, el asfalto se lo fue comiendo vorazmente. Tiempo más tarde, aquella sustancia, había logrado llegar hasta sus rodillas, y horas después, alcanzaba la base de su cadera.

    Las personas, a su alrededor, lo observaban con asombro, saludándolo con una sonrisa casi hipócrita. Algunos más dados, le preguntaban si se sentía bien, si estaba haciendo algún tipo de competencia o experimento extraño. Hasta unos niños, le cantaron canciones alegóricas a su accidente. Él, solo atinó a decir, con la altura de siempre, que ya saldría de ese mal trance.

   A mediados del día, su cuerpo estaba hundido hasta la cintura. La imposibilidad de moverse, más el aumento de la temperatura, le hacía correr un sudor frío sobre su piel, que lo paralizaba, aún más. Entonces intentó pedir ayuda a cada uno de los que por allí pasaban. Dos o tres se pararon a hablar, manifestándole que contaran con ellos para lo que necesitara. Otros, se burlaron  del tullido o rieron de lo que aquel hombre había llegado a hacer para llamar la atención. Él permaneció azorado ante tanta amabilidad e indiferencia, que no lograban convertir las oraciones en hechos. Y ya cuando su espalda comenzó a cubrirse de esa melange azulada - negra, volvió, casi con desesperación, a implorarles que llamaran a alguna fuerza pública para socorrerlo. La gente asintió con su cabeza, asustada y pronta, corrió para avisar al resto de la comunidad. Pero todos estaban ocupados con sus quehaceres diarios, no les importaba o habían terminado con su horario de labor diario.

     Entrando el atardecer, la policía concurrió al lugar. El Sr., ya tenía casi todo su cuerpo tomado por aquella mancha. Susurrando, con su cuello ocluido por el miedo y la profundidad de aquel abismo negro,  rogó para que le dieran agua y lo sacaran de allí. Los uniformados hicieron algunas maniobras de rutina, pero como solo tenía su cabeza fuera del pozo, les fue imposible. Entonces dijeron que irían en busca de un superior, que no se preocupara, que todo saldría bien…

  Con las últimas luces de la tarde, él continuó en esa eterna espera de ayuda, la que siempre había dado al resto de la humanidad, que nunca llegó.


  Por la mañana, dos obreros con baldes y palas, se hicieron presentes, para tapar aquel agujero de la calzada. Al lado, la galera y el bastón, yacían inertes sobre el asfalto…


     No pude entender cómo la gente jamás le dio ayuda ni hizo nada al respecto. Ni como pasaban a su lado con cara de inútiles mansos, sin inmutárseles un músculo. Lloré mucho con ese capítulo, a mis  8 ó 9 años de edad. 
 Y en tren de confesiones, ahora me siento igual, en casi el peor momento de mi vida: estafada por inquilinos delincuentes, junto a su abogado ladrón, con una justicia que premia a los mal nacidos, lenta y sin escrúpulos, sin plata, sin trabajo y sin casi sentirme útil, al no poder hacer nada al respecto, después de haber dado mucho por quienes ni siquiera conocí, y por supuesto, con el gusto de haberlo hecho, siento, (salvo algunas amigas íntimas de ley, tres, para ser exactos), que a nadie le interesa nada del otro. Que ningún mortal es capaz de ponerse en tu piel ni por un instante, para saber lo que se siente al no tener un peso para vivir; dignidad del trabajo, ni apoyo psicológico de una palabra, para superar semejante trance tan humillante y doloroso. Me da mucha pena decirlo, pero es lo que pienso, les aseguro que no le deseo lo que estoy pasando, ni a mi peor enemigo.
  En fin, algo debo haber hecho mal, en algún momento de mi vida, para tener que pagar tan caro el hecho de seguir viviendo de esta forma…, Ana C.



sábado, 11 de febrero de 2012

Los galgos del carnicero… (Dedicado a Labelluci)









    Ahhh, ayer tuve un día tan particular. Como algunos saben, estoy en pleno proceso del juicio de desalojo de mis inquilinos delincuentes que me deben 11 meses (30.000$) más otras cosillas, y estoy a full con el tema, ya que era la casa de mi madre, quien falleció, hace 1 año y 9 meses. Ergo, estoy casi sin dormir, de tribunales al estudio de mi boga y demás.

  Pero la cosa fue que, después de todos estos menesteres, harta ya de ir de un lado para al otro de la ciudad, bajo el calor reinante, fui al super que suelo ir siempre, a la sucursal, más grande. Agotada, agarré mi changuito, (no Tucumano), y casi me tiré sobre él, para que me sostuviera de pie un poco más. Cuando llegué a la carnicería, uno de los tantos empleados que suelen rotarse, el que más cara de serio tiene, me aguardaba ansioso, (aunque la mayoría no atiende, ladra, je).
 Le pedí entonces nalga para milanesas, aunque ante mi asombro de los precios, 43,80$, pregunté si había subido de nuevo la carne, a lo que me respondió, casi compungido, que sí, que no se podía creer. Acto seguido, me dijo:

-         Como todo…

-         Seguro, hoy me llegó la boleta de la luz, imposible de pagar, 300$ con subsidios, lo hice en cuotas…, seguí yo

-         ¿Cuánto, 300$? A mí me vino 60$

-         Ah, una nada…

-         Pero no estoy nunca en casa… Tengo aire acondicionado, eh, aunque me la paso de baile en baile, siguió el carnicero, mientras le metía cuchillo a la bola de lomo, que era unos mangos más económica que la nalga

-         Ja, dije, así ahorras

-         Claro. Y continuó con carita casi de enamorado: La verdad es que ando buscando una chica linda, así como vos, para convivir…

  Yo me quedé petrificada mirándolo, intentando aguantar la risa, mientras pensaba: Mierda, mirálo al seriecito, juas

-         No, yo ni ahí, le dije, mejor sola que mal acompañada… (siempre tan delicada, ja ja) Aunque al tipo ni le importo, y con esa caripela de pitufo no azul, siguió:

-         Yo sí, por eso voy con mis amigas siempre al baile, pero no encuentro nada (mientras yo pensaba, con esa cara de “media naranja” deprimida, dudo que encuentres mucho, juas)

-         ¿A dónde vas a bailar?, pregunté como para nunca jamás ir, ja


-         A Punta Alta o acá, Bahía…

-         Ah, mirá vos…

-         Sí, y de ahí me vengo directo para acá

  Lo volví a mirar, casi harta de la charla, e imaginándolo danzar al compás de los Wachiturros al petizo orejudo, ja ja:

-         Así también economizas…

  Entonces me dio el paquete con la carne, y mientras me despedía, continuó diciendo, ya a mis espaldas:

-         Claro, no gasto nada, si no uso nada… Hasta pronto… Nos vemos…

   Yo seguí con mi changuito a cuestas, riéndome en voz baja, hasta llegar a la góndola de las !cosas hechas!, ya eran las 2 de la tarde, y no tenía ganas de cocinar, como suelo hacer, cual Cenicienta del subdesarrollo.

  Allí, habría unas 8 personas aguardando. Yo tenía el número 72 e iban por el 60. Media hora después, agotada mal, y sin saber dónde apoyarme para mantenerme despierta, dije: - Che, ¿Faltará mucho?
 Bastó que dijera eso, para que el resto de la gente se acoplara a mi pedido. Salvo algunos pelotudos con cara de malcos, que me miraban asombrados o con rostro raro, como no encendido, je. Ergo, intenté entrarle por el lado del humor, ya que había solo una empleada, que conozco de siempre. Entonces los muchachos de al lado, me siguieron la joda:

 - Recién un tipo pidió que le frieran como 20 milaneses, está todo hecho, y el pelotudo justo compró las crudas para que se las hicieran, ajaaaa. Sí, dije, lo vi, de terror. Mientras me mostraban el cartel colgante sobre nos, diciendo: - Con razón tardan tanto, la leyenda decía: Haga su pedido, se lo entregamos en 48 hs, juasssss
Realmente si uno no lo tomaba a risa, era para putear 10 días seguidos.

   Al rato, le grito a la empleada: - ¿Por qué estás atendiendo sola? Responde: - Porque hoy es día de la “Barata de fiambres” (SIC), le digo: - ¿Ahh, también están discutiendo las fotos de Crónica?, juas, cagándome de risa: - ¿Y qué tiene que ver eso?, sigo: Me responde: - Que a todos los empleados los pusieron en la góndola que sigue, no, acá… Pueden quejarse adelante si quieren…


 Al rato les digo: - En cualquier momento, nos largamos todos sobre las góndolas, y que empiecen los saqueos, al grito de: “Super corazón, acá tenes los pollos para la liberación”, ajaaaaaa

 Minutos después, les tocó el turno a los muchachos, así que con toda la onda, les digo:

-         Che, espero ya hayan decidido lo que iban a comprar

-         Sí, hace como 40 minutos que lo sabemos, entre risas

 Y cuando van a pedir, empiezan a dudar, ja:

 - Dame esto, o no, mejor, aquello...

- ¿Van a tardar mucho, no era que ya lo sabían?, les digo

  Se cagaron de risa y pidieron toda la fuente de las presas de pollo. La empleada los mira y les pregunta:


 - ¿Pero cuántos son? 


- Somos dos, pero hace tanto que esperamos, que tenemos hambre como para 6, juasssss. 


  La cosa es que compraron todo, siempre bromeando, y la empleada luego grita: 72, mi número, entonces digo exaltada:


 - Bien ahíii, al finnn, entre aplausos generales, ja ja. A la vez que desde atrás sale una voz de una mina diciendo: 


 - Yo tengo el 71..., Naaaaaaaaaaaa, dijeron todos ja ja ja. Yo me di vuelta y la miré como preguntándole ¿Sos pelotuda o me estás cargando? Y la chica le pide 4 docenas de sándwiches de miga, agregando, pero si quieren los paso a buscar después, juasssss, nos cagamos todos tanto de risa mal, porque no se podía creer todo lo que pasaba. Así que la surtieron de sándwiches a la pelotuda esta, lerda como pocas, y dopo a moi, ja.

   En fin, luego de la compra, seguí casi anestesiada sobre mi changuito por las laberínticas callecitas del endemoniado super, hasta volver a hacer la última cola de la caja… Eso sí, contenta, ya que en medio de semejante lucha, había conseguido la Granadina tan deseada, que hacía como 6 meses no había podido encontrar en todo Bahía. Todo austero y pobre, pero disfrutando de ante mano el "lujo"de poder brindar con mis futuros tragos, ya no tan largos, ja ja, Ana C.