Ojito...

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No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

domingo, 20 de noviembre de 2011

De operaciones...

























           Bueno, de vez en cuando a una también le toca protagonizar la muerte en bicicleta en un hospital público, ingresando a ese mundo paralelo de las operaciones, y no justamente matemáticas, si no, de las de bisturí en mano…

    Tenía un dolor tremendo en la parte posterior de mi colita, fuera del tujes, (mi padre diría, ano). Así que fui a mi gastroenterólogo, un divino total que me conocía desde la primaria y quien había andado detrás de mí en esas remotas épocas, realidad que me enteré recién, cuando él me lo comentó. Pero al intentar revisarme, tan solo rozando con sus manitas para abrirme los cachetes, mi grito quedó impregnado en sus orejitas para la posteridad, ergo, me derivó a un cirujano de esos lares del sur del cuerpo humano.
 Opté por uno del cual su padre había sino compañero de mi viejo, graso error, elegir a un doc. por el sonar de su apellido…

 La cosa fue que concurrí a su consultorio, y el tipo, sin siquiera tocarme, me dijo que me operaría tal día en el hospital público, donde mi papá laburó toda su vida. Segundo graso error, optar por un lugar conocido de nombre y con mucha anterioridad en el espacio tiempo.

   En la fecha indicada, llegué más que temprano a tal nosocomio, (7 hs.), acompañada por mi tía de 78 años, pero que igual, era una mujer vital. Mi vieja no se había sentido bien en ese entonces, así que se quedó en su casa a la espera.

   Después de varios trámites y papeletas, me internaron en una pieza bastante chota, compartida, obvio. Y a las diez de la matina, me llevaron para la carnicería de operaciones. Cuando entré al quirófano, se escuchaba de fondo, la música a todo volumen de: “Somos los piratas…”, je, así que en ese mismo instante, supe que las cosas saldrían para la mierda, propiamente dicha, y no le erré…

  Una doc. me hizo sentar en la camilla para ponerme la peridural en la columna. Mientras yo, abrazada al enfermero de turno que estaba frente a mí, cantaba para acurrucarme: Hummmmmmmmm, tipo Ohmmmmm, y a lo que el tipo, siempre pensando en una pelotudez sexual, me decía: Qué mimosa que sos… Ays diossss.

   En fin, la médica me clavó cuatro veces la inyección en la columna, sin éxito alguno, parecía tiro al blanco del dardo envenenado, el que emboca gana un viaje al Polo Norte. Estuve a punto de decirle que me dibujara círculos concéntricos en la espalda para que tuviera precisión, salvo, que me sentía para el tujes. Hasta que la mina dijo: Si en esta no sale, te pongo anestesia total, como si yo fuese la culpable de su boludez mental y laboral…
 Y parece que salió, porque se me empezó a dormir desde la cintura para abajo. Minutos después, me colgaron de las patas al techo con un gancho de carnicero, (SIC), y taparon con una tela blanca mi parte inferior.  

   Pedí que me pusieran endovenosa con hipnóticos para no sentir nada despierto de mi cuerpito en esos trágicos momentos, así que eso hicieron. Pero lo raro fue, que no había visto al médico elegido por ningún lado, y cuando logré verlo, estaba con sus guantes, lentes de operar y equipito puesto huyendo por la puerta. Todo acordaba en una sola frase, me están cagando por todas partes y no puedo hacer nada al respecto…

  Cuando me desperté, tímidamente, claro, y más que tarada por las medicinas, estaba con varios operados más en una salita paralela al quirófano.  
 Algunas señoras intentaban levantarse de sus camillas puteando, queriéndose ir, mientras yo, quietita en mi lugar, les decía: Che, no se levanten que van a vomitar…, a la vez que escuchaba sus vómitos circundantes, y a los enfermeros, sujetarlas.

  Luego, me llevaron echando puta por los pasillos hasta mi habitación. Juro que creí iban a volcar de una, ante semejante manejo de velocidad continua, y me depositaron junto a mi tía y amigas que habían ido a saludarme, a las doce del medio día.
 Lo peor fue que no sentía las piernas ni el culito, nada de nada, una sensación espantosa en la que uno cree estar paralítica.

  Al ver que mis gambas empezaban a despertarse, mientras las putas enfermeras no hacían caso en traer la chata para hacer pis, me senté en la cama para ir sola al baño, e imposible, casi me desmayo.

  Horas más tarde, me empezó a doler el enganche del suero al brazo, ya que se había tapado el conducto, así que nuevamente llamamos a las enfermeras, quienes ni pelota dieron. Ergo, empecé a calentarme y a protestar mal, hasta que las hijas de puta vinieron furiosas, me pipetearon el tubito de plástico del mismo, e hicieron una hemorragia que hasta ellas mismas se asustaron. Me decían: Quedate tranquila y no mires, yeguas de mierda, tuvieron que cambiarme el camisolín ese de psiquiátrico que te ponen y todas las sábanas, imagínense lo que fue. Hasta disculpas me pidieron…

  Pero el tiempo pasaba, y ni siquiera el médico que dijo que me iba a operar y no lo hizo, ni nadie más, vino a ver cómo estaba. Así que a las seis de la tarde, casé mi celular indignada y lo llamé al tipo, quien se disculpó pobremente porque estaba trabajando. Ahí fue cuando le dije que me había mentido, que era un delincuente, y que lo diría por todos los medios de la ciudad. El doc. quedó petrificado, pero a la vez, me patoteaba el muy turro, diciéndome: ¿Quién te lo dijo?, ja, más que obvia su cola de paja, lo mandé a cagar y corté.
 A todo esto, mi tía ya no sabía qué hacer para ayudarme, pobre.

  Ya eran las nueve de la noche, y nadie, pero nadie del hospital, había aparecido para constatar mi salud. Sí me había llamado mi gastroenterólogo, quien dijo que pasaría a la noche, pero no era el responsable de tal operación.

  Después de quejarme varias veces con el nosocomio, y siendo las once de la noche, vino un medicucho, quien dijo haber participado en la operación, entre otros, (quienes seguramente se habrían cagado bien de risa de mi postura vertical colgante en esos momentos), aunque no lo conocía ni el padre. Le pregunté, y me explicó como pudo con respuestas bastante lineales. Le comenté también que era una vergüenza el hospital y sus médicos, que mi viejo había dejado su vida allí atendiendo pacientes y que todo había cambiado para mal. El tipo se la tragó doblada, siendo conciliador, y se fue, no sin antes decirle que me iría de esa mierda a mi casa. Cosa que estaba prohibida hacer, al menos, debía quedarme hasta el día siguiente, pero para seguir estando ahí, prefería la muerte, je.

   Rato después vino mi médico, el de la primaria. No podía creer lo ocurrido, me pidió disculpas, porque él laburaba también ahí, y dijo que a primera hora de la mañana, vendría a verme y ayudaría en todo lo que pudiese.
  Pero yo, ya había decidido salir de ese loquero infernal. Así que firmé bajo mi voluntad la ida, pedí una silla de ruedas, que tenía sus gomas en llantas y un solo apoya pie para poner mis patas, (que son dos, je). O sea, que mi tía de 78 años me fue empujando, entre quejidos, por los laberintos de ese puto hospital hasta la salida de emergencia de atrás, con mis pies uno arriba del otro, la silla pinchada y mi dolor a cuestas en el orto. Y para colmos, cuando llegamos al plano inclinado de la salida final, a ella, ya sin fuerzas, se le soltó la silla de sus manos, y yo quedé en caída libre en la propia bajada, como una corredora de kartings en potencia, pero sin frenos. Gracias a Dios que un guardia de seguridad apareció de golpe, y me atajo antes de estamparme contra la puerta de vidrio, si no, me hubieran metido nuevamente dentro de ese nido de víboras, juas.

  Luego, el remise nos llevó primero a la casa de mi vieja, donde ella salió en camisón a la vereda, yo bajé como pude, y nos dimos un abrazo, al que denominé, de Yatasto, para continuar mi estadía en auto, hecha puré, sobre el asiento delantero reclinado, contándole mis cuitas al chofer.

   Lo gracioso fue, (si es que existió algo divertido), que al día siguiente, el gastroenterólogo me llamó a casa desesperado, ya que fue temprano al hospital, y al ver mi cama vacía, creyó que me había muerto, juasss, paaabreeeee.   
   
   Igual, le hice hacer otro tipo de operación, esta vez, de espionaje, para investigar al fin, quién carajos me había operado, (aunque había sido un raspaje en la zona lastimada sobre la piel, fuera del conducto anal, ergo, nada interior, y encima le cobraron a la mutual como una operación).

  El doc. me confirmó, días después, que mi legajo había sido archivado en un cajón, bien rarita fue la cosa. Publiqué una carta al lector haciéndolos mierda, sin dar nombres, por los juicios, palabras que nunca nadie respondió…

  Y encima, tuve que estar como un mes en reposo, comida sana, con pánico de ir al baño y calmantes refuertes, los que un día, me hicieron nuevamente, desmayar…

  Eso sí, me dediqué a hablar pestes del lugar, hospital al que jamás de los jamases regresaría, obviamente, en mi sano juicio…, Ana C.





12 comentarios:

  1. Uyyy, LPM Anita, tan luego el culito que es cosa sagrada, bahh, menos para los putos lo usan pá cualquier cosa y les da lo mismo que les metan una topadora!!! Jajaja.

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  2. ja ja, al menos, si hubiera sido algo interesante..., por dios, fue de terror, hace como 10 años de esto, besitos, Ana C.

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  3. Lo peor fué que te colgaron el ortis tipo carnicería al divino botón,no sé si llorar o reírme, ya que es un hospital público.Hubiese pagado por ver la cara de tu médico cuando vió que no estabas, jajajaja. Una santa tu tía.

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  4. Exácto, semejante quilombo para no operarme, igual, me tenían que hacer ese raspaje en el ortis, por dios. Mi tía aún vive, tiene como 88 años, un aparato, que casi me mata tb juas, besitos y gracias, Pau, Ana C.

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  5. Che... pero cómo no vas al Sanatorio Otamendi como Cristina cuando se golpeó la cabecita. Ahí ponés un palo verde al año y te solucionan todo.

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  6. Ja ja ja, es que no tengo un peso partido al diome juasssssss

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  7. Impresionada con la experiencia. Lamentablemente el hospital público de todo el país suma y suma de este tipo de relatos, de terror. La crisis del sistema de salud es muy ieja. Quién no ha protagonizado una de estas historias donde el paciente es tratado como un objeto inservible. En tu anécdota revivís el momento y se nota a las claras lo mal que lo pasaste. Besos a tu tía.
    Labellucci

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  8. Es así mismito, je. La pasé remal, pero de todo lo feo trato de sacar algo positivo o ponerle humor, creo es ley de vida y una defensa para el organismo - mente. Besitos, Ana C.

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  9. Un desastre. Lo de matasanos le viene bien a los médicos de ese hospital, que escuchan "Somos los piratas" mientras operan (?). En fin, algunos Hospitales son bueno, hotros malos, depende mucho de la dirección de cada uno. Beso, Anita.

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  10. En general, los médico siempre escuchan música cuando operan, pero clásica o tranqui, depende de cada uno, pero este tema, de los piratas, era como mucho juass, besitos y gracias, Ana C.

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  11. Jua,jua! hacía rato que no me reía tanto, perdón amiga comprendo que fue horrible, pero lo contás con tanto humor! Besos de Azul (@Mifayry)

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  12. Ja ja, este blog es para eso, me alegra, un besito, Ana C.

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