Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

sábado, 5 de noviembre de 2011

El viaje










       Este relato trata del primer viaje que hice con uno de mis novios pasados a marpla, para “ablandar” mi Fiat uno rojo 0 Km, (joya nunca taxi), en ese entonces.

  Fue muy divertido y romántico, pero también, un experimento al que ambos nos someteríamos con mucho cuidado de ser el mejor en su especie, diría, casi la perfección humana con patas, en existencia. Porque un movimiento en falso (lo que luego sí ocurrió) y la pareja se podría ir a la merde.
 Así que nos internamos en eso que suelen llamar convivencia, de unos cuatro días, pero convivencia al fin.

   Ahhh, todo era una fiesta de maravilloso, los pájaros cantaban al despertarnos, esperábamos contentos ante las largas colas de gente para ir a comer, el olor a cloacas que afloraba de las calles, olía a rosas, y el sol a plomo calcinando nuestras cabezas entre la muchedumbre, no tenía significado alguno de molestia.

  Pero resultó ser que el antepenúltimo día, decidimos ir a una parte de la ciudad, en donde la ropa estaba más económica. Eso hicimos, con una diferencia de base, ya que como todos sabemos, las reinas de semejante evento, siempre somos las mujeres. Pero acá la cosa sería muy distinta, porque el señor en cuestión, tenía las mismas ambiciones y prioridades que yo. En consecuencia, las extensas pruebas de las pesadas compras y la cantidad de productos obtenidos, serían exactamente iguales para uno, que para el otro.

   Recorrimos seis horas por los diversos negocios, en donde mi querido, entraba y salía concatenadamente de los diminutos probadores para elegir sus putos jeans, remeras Lacoste y busitos de onda, preguntándome con la misma constancia, si me gustaba, para luego decidir, que a él no. Y como ninguna de las cosas llegaba a apetecerle en su totalidad, el tiempo se fue multiplicando en infinitas horas, de infinitos minutos de infinitos segundos, junto a mi infinita paciencia que estaba a punto de agotarse mal. Así que dejé de alabar cada pelotudez que se ponía y luego quitaba, y me dediqué a mirar ropa para mí.
 Demás está decir, que volvimos locos a todos los empleados/as que tuvieron el placer de atendernos, y los que aún, nos deben recordar con una hermosa puteada diaria…

 Cuando ya el calvario de ser la partner de alguien al que nada le venía en gracia por su exquisitez nata, y cargados como dos Equekos con bolsas varias, nos fuimos en MÍ auto a comer algo. Claro que ahí el señor, no fue tan selectivo como con su ropa, ya que paramos en un Mac Donald´s frente a la rambla de la playa.

  Dejando eso de lado, nos adentramos furiosamente a engullir dos hamburguesas rápidas con papas fritas del mismo tenor y Coquita Light, digamos una media hora, y luego, volvimos al coche.
 Al subir al auto, mientras yo agotada mal, colocaba mi piecito de princesa, sobre el DVD de la radio, me dice:

-         No pongas el pié ahí, mirá, de tanto hacerlo dejaste la marca en el cuero…

  Preferí no responder, aunque lo miré con ojos penetrantes, porque también pude observar que había como una especie de rayón allí, el que obviamente, no había hecho con mi puta pata…

    La cosa fue que cuando llegamos a la cochera del hotel y fuimos a bajar la parva de paquetes adquiridos del baúl, no había ninguno. Se lo comenté, a la vez que le preguntaba si los había guardado en algún otro lugar, mientras él reía creyendo que era un chiste. Pero no, no había absolutamente nada más que un termo viejo que mi mamá me había dado para tomar café durante el viaje. Así que nos miramos desconcertados, empezamos a hacer una especie de estrategia mental veloz y en silencio, para llegar a la triste conclusión, que al bajar a morfar, nos habían robado todo, a plena luz del día. Ergo, el rayón en el cuero, era porque habían intentado arrancar el estéreo, no, por mi delicada patita, y la puerta del lado del acompañante, la habían abierto con esas barretas que meten por el vidrio para romper el seguro, y desde ahí, accedieron al baúl y demás zonas del coche.

    Así que después de seguir hablando como trescientas horas seguidas sobre el tema, anonadados por la velocidad de los cacos y la precariedad de nuestro entendimiento, nos fuimos a dormir, ya entre carcajadas, por haber sido tan estúpidos y habernos echado las culpas el uno al otro, planeando para al día siguiente,(el último), volver a hacer todo el mismo tour de compras e intentar recuperar las cosas afanadas.

   Mi Dios, fue un estado de extenuación generalizado, tanto para nos, como para las pobres víctimas de tal evento, los vendedores, quienes se vieron sorprendidos nuevamente por nuestra grata aparición, en cada uno de los negocios recorridos.  
 Doblete, pero eso sí, logramos obtener casi con la misma similitud, las pilchas adquiridas el día anterior…, Ana C.



2 comentarios:

  1. Ahhh, ahora entiendo por qué yo no tengo anécdotas tan sabrosas... Todas te pasan a vos!!!
    Jajaja... muy lindo viaje.
    Labellucci

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  2. Juasssssssss, todos las tenemos, pasa que por ahí, da vergüenza contarlas, yo ya la perdí hace rato ja ja, besitos, Ana C.

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