Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

domingo, 27 de noviembre de 2011

Primer capítulo de mi libro: "Después, sólo fue después..."






A pedido de @jorgebblog 



DESPUÉS, SÓLO FUE DESPUÉS...


ANA CECILIA DEL RÍO



Capítulo I


Para y por la libertad de espíritu
A mi familia; a la lealtad de mis amigos,
a mis amores, y a mis incondicionales perros.
A. C. del R

Mi especial agradecimiento al talentoso actor
Victor Laplace por su excelente lectura
de mis textos


A la destacada artista Marta Bonjour
por su excelsa pintura para la tapa de mi libro.


Y al artista plástico Bony Bullrich y Facundo Soneira por ceder-
nos su bello y suntuoso loft–bar–teatro “Pasaje de la Piedad”.
A.C. del R.




   El comisario Pedro Taboada tenía 56 años, una pequeña pero
honda cicatriz en el mentón, recuerdo del turco Ayala, delincuente abatido por él poco después de haber terminado una sociedad; su mirada expuesta a las necesidades más urgentes y precarias: el pelo entrecano en concordancia con un bigote saturado de órdenes, y nariz aguerrida. Había vivido con aquella mujer algunos meses, y sólo cuando comenzó a cambiar los gestos de su cara en otros más oscuros, supo que lo traicionaba. Sin embargo nunca le dijo nada hasta ese día, después de la redada policial, mientras ella arreglaba
su delantal con manos imprecisas y facciones inmutables, salvo por aquel leve gesto de pavura que ascendía sobre una de sus cejas.
 Al entrar, él se acercó oliendo como un animal en celo, a la vez
que la mujer trataba de escabullirse entre los platos revueltos de
la mesada. Taboada dijo dos o tres palabras después de saludarla que hicieron retumbar su autoridad en la penumbra de esos muros.
 Luego se sentó en el lugar de siempre para leer el diario y tomar algunos mates:

–Le rechazaron el Habeas corpus..., dijo ella.
–¿Qué?
–Que le rechazaron el Hábeas corpus a Iglesias...
–¿Y vos sabes lo qué es el Habeas corpus?
–Claro que sé, no soy estúpida, siguió mientras se miraba en
el espejo del modular.


 El comisario continuó leyendo, hasta que la mujer lo volvió a
interrumpir:

–¿Viste mis aros nuevos?, dijo poniéndose el pelo detrás de
orejas.
–Sí, son demasiado largos para tu cara...
–¿Me quedan mal?
–No, te quedan muy bien...
–¿Entonces no te gusta que me queden bien...?


 Él no le contestó porque vio en las noticias policiales la lib
ción de Raúl Pelatti:

–¿Escuchaste...?, volvió a preguntar la mujer.
–Sí...
–¿Te gusta o no...?
–No sé, ¿No ves que estoy leyendo?
–Sí, veo, ¿Y qué es tan importante?
–Soltaron a Pelatti..., dijo después de un rato.
–¿Uno de los que robó el banco?
–Sí...
–¿Y por qué lo largaron?
–Qué sé yo, lo habrá patrocinado García Estébez... Es bueno
ese hijo de puta; uno de los mejores abogados que he visto. Tenía
que ser de la capital.
–Y con la cara de idiota que tiene..., siguió ella.
–Se hace el idiota, porque es genial. Como me pasa a mí; me
hago el idiota cuando te creo lo que me contás...
–¿Y cuándo sos genial?
–Ahora, respondió Taboada, mientras dejaba el diario sobre la
mesa y se levantaba para pegarle una cachetada.


 Ella se desmoronó en el suelo. Desde allí puso su mano en esa
mejilla que comenzaba a alborotarse en un rojo furioso, con el pelo cruzado sobre su rostro inquisitivo. El agua hirviendo de la pava le recorrió los brazos tatuándolos en un delta de hilos plateados con profundas nervaduras, a la vez que la yerba se desparramaba sobre los baldozones junto a la calabaza del mate y una bombilla sucia. 
La mujer quiso decir algo, pero no dijo nada; colocó su mirada en ese dolor que iba creciendo ante las constantes vejaciones de aquel hombre. No era la vez que le había pegado más fuerte, pero sentía que este golpe era distinto. El comisario la observó con una pena  profunda que compadecía cada umbral de su existencia desde la hijaputez de esos ojos oscuros, mientras le daba la mano para que se levantara. Ella la tomó con algo de recelo, y se quedó quieta sin decir nada:

–Levantate boluda, gritó Taboada, a la vez que la arrastraba
hacia su cuerpo. El delantal de colores, fue lo primero que el comisario le arrancó hacia un costado, mientras le apretaba los pechos por encima de la camisa, donde el temor y el deseo comenzaban a confabularse. La mujer mantuvo la rigidez de sus piernas sobre el piso, al mismo tiempo que el comisario abría su bragueta y la sujetaba para ponerle el miembro dentro de la boca. Entonces ella hundió los labios en la espesura de ese sexo que tantas veces había disfrutado y lamido y sentido, ahora con pensamientos más elaborados que reincidían en un mismo odio y una misma traición, hasta sentir el frío caño de la pistola alternando con su pene. Sin embargo no detuvo su ritmo; tampoco lo miró bajo esas insipientes arrugas que se dibujaban y desdibujaban en un gesto de resignación sobre la frente:

–¿Así también te gusta? –preguntó el comisario.
–Sí... –murmuró entrecortada.
–¿Más o menos que con Vigil?

 Ella había transfigurado esas facciones sumisas de toda una
vida en otras más extrañas:

La mujer le clavó unos ojos crueles, sin cesar el movimiento
de su boca:

–Tampoco es tan difícil, tenés que comparar y responderme...
–insistió el comisario.

–Peor, mucho peor... –dijo ella con labios desconocidos.
–Mirá que saliste putita, continuó Tabeada.


 El brillo de su piel ahora se aglutinaba en una mancha latente
de miedo que descendía repentina por la cara. La mujer trató de levantarse, mientras el comisario la sujetaba, mordiendo sus pezones con una misma boca llena de insultos, como si cada uno de los moretones que iban naciendo a medida que mordía, cicatrizaran su infidelidad. Luego volvió a poner el metal del arma en la comisura de sus labios, forzando los asimétricos bordes de la carne hacia ambos lados en medio de una lengua inquieta, y le introdujo nuevamente el pene hasta percibir su ahogo, para luego emerger en medio de un líquido viscoso. Después, sólo fue después...


8 comentarios:

  1. Muchas gracias!
    Ahora queremos seguir leyendo, se anima a ir poniendo más capítulos?...quizás lo tenga que hablar con su editor antes por el tema de los derechos...
    Escribir es difícil, escribir bien mucho más...
    Atte/
    Jorge

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  2. Gracias, corazón. yo me animo a todo, je. No sé sobre el tema de los derechos, nunca me pagaron nada extra ja ja, pero como este es mi blog, que se jodan. Besitos, Ana C.

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  3. Espectacular primer capítulo. Visceral, poderoso, ya me atrapó. No cualquiera entra así en el alma de personajes oscuros como estos dos. Te felicito. Un beso, Anita.

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  4. Espectacular primer capítulo. Visceral, poderoso, ya me atrapó completamente. No cualquiera entra así en el alma de dos personajes oscuros. Me fascina el título del libro. Te felicito, Ana, gran talento. Un beso.

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  5. Muchas gracias, me salió toda la bronca de adentro en ese entonces, imaginate ahora juassss. Un besito, sos muy amable, Ana C.

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  6. guauuuuuuu anita que talentosa me encanta la trama y sobre todo como lo relatas no se si te lo habia dicho pero te admiro y agradezco me permitas ser tu amiga estoy orgullosa te re quiero

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  7. Graciasss, Lau, ja ja, es fuerte el libro, el 2º capítulo, es peor ja ja ja, un beso grande, Ana C.

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  8. Aaayyy... estoy con los pelos de punta. Ya odio a ese tipo. Sigo con el segundo capítulo...
    Labellucci

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