Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

martes, 18 de octubre de 2011

De clases literarias...






    Fue más que interesante tomar clases con mi escritor preferido, y más aún, hacernos amigos. Me deslumbraba la espectacularidad de su casa, que era de su mujer, pero que él había reestructurado y decorado a la perfección. Esas antiguas puertas de madera gigantes, la biblioteca - estudio que se extendía por los cielos de todo un Universo literario, la magia de entablar diálogos pensantes, esa preparación acorde de las mentes para no solo escribir, si no también, para diagramar el marketing de lo ya escrito, las miradas cómplices, el perro llamado López, al que yo le decía, Pérez.
 Era un lujo entrar allí, a ese resguardo del conocimiento y de los tantos aprendizajes que giraban en torno al que accedía. Un paraíso de sucesivas charlas, en donde cada objeto, también tenía su historia singular, a la par, de su dueño…

   Una impresionante puerta corrediza de madera y vidrio nos recibía al llegar. A la izquierda, en el altillo de la casa, habitaba la mucama, quien seguramente habría tenido que librar alguna que otra batalla con él; escaleras abajo, el amplio comedor, en donde las plantas brotaban desde las diversas macetas de tierra, bronce o cerámica, muebles antiguos y un banco de plaza frente a la inmensa chimenea, precedían al estudio conformado por dos ventanales que daban al living. Al lado, la pieza, con aquella cama de quebracho empotrada al piso, el baño en suite acorde y una cocina inmensa de conchetas cacerolas colgando por encima de todos los mortales.
 Amaba esa casa, sus balcones, la vista a la Plaza de los Dos Congresos, las distintas vivencias, el entendimiento flotando sobre aquellos aires, nuestro mutuo asombro trepando los destinos.

   También hubo anécdotas simpáticas. Como esa tarde - noche en que ambos estábamos concentrados en un capítulo de mi libro, dentro del estudio, y la luz del velador empezó a titilar, ergo, era casi imposible leer. Él dio la vuelta al escritorio y se agacho para mover el cable del enchufe. Mientras, yo me dedicaba a guiarlo, comentándole cómo iba la cosa, al compás de sus movimientos. Como no pasaba nada, le dije:

-         A ver, dejáme a mí…

  Me incliné para acomodar el cable, (cabe señalar que casi no se veía nada, o sea, que era todo al tanteo, y que el enchufe, estaba casi pegado al zócalo), pero tampoco pude, a la vez que le decía:

-         Es imposible embocar esta mierda…

-         A ver si yo puedo…, siguió él

-         No, para, estoy intentando, pero se complica

-         Dejáme probar…

-         Espera, que ya casi pude enchufarlo…

  Entonces se abrió la puerta de golpe, y apareció la mujer, una psiquiatra más loca que un plumero que se las daba de superada pero era una pobre infeliz, aunque buena profesional, diciendo a gritos:

-         ¿Qué es lo que ustedes dos no pueden enchufar???

-         Esto, el enchufe, señora, ¿Qué va a ser?, dije mientras la miraba con suma indignación y él le clavaba los ojos, perplejo

-         ¿A sí…? Parece que la estaban pasando lindo entre emboque y emboque…

-         ¿Qué dice? Seguí calentita


-         Que se estaban divirtiendo…

-         No, señora, estábamos intentando arreglar el velador que no paraba de titilar

-         Eso…, dijo él

Ella se agachó, y en dos minutos solucionó el tema:

-         Claro, qué mierda vas a arreglar vos si sos un inútil. En tu puta vida solucionaste algo de la casa…

   Yo la miraba entre la risa y el espanto, además de querer ahorcarla con mis propias manos, por ordinaria y por criticar al hombre que tanto admiraba. Él sumiso, emitió varios guturales, al mejor estilo puteo, y se volvió a sentar detrás del escritorio, con cierto desconcierto.
La mujer continuó degradándolo, se ve que no había podido superar la acumulación de todos los cuernos de la historia de su vida, pero bueno, era una desubicada mal… 
 Luego se quedó arreglando no sé qué de una repisa, no nos quería dejar solos a toda costa, mientras, yo le hacía gestos a él de hastío total. Minutos más tarde, se fue, con un portazo que nos dejó oscilando de un lado al otro….

  Pobre tipa, soportar los tantos amoríos de este buen señor, tampoco era tarea fácil, igualmente, con separarse, concluía el calvario. Pero no, prefirió estar a su lado, molestar a todas las alumnas concurrentes, hacerle ataques de celos como una pendeja caprichosa, hasta una vez, no me quiso dejar entrar, revisándome la cartera a ver qué le llevaba, juas.

  En fin, con el tiempo, se divorciaron, pero él perdió casi todas las pertenencias que tenía allí, una pena, además, esa casa, debía estar en un cuadrito para la posteridad. Por suerte, pude rescatar algunas fotos, otras, me las afanaron con  la cámara, en plena, 9 de Julio…, Ana C.


PD: Acabo de ver, que tal propiedad, ahora es una casa boutique que se alquila por día… ¡Cuántos recuerdos, por Dios!





http://www.mashpedia.es/Dalmiro_S%C3%A1enz


 (Este video es mortal, concuerdo con todo lo que dice, aunque no podría esbozarlo con tanta claridad)





4 comentarios:

  1. Buenísimo Ana, que nos cuentes estas anécdotas tuyas con el gran escritor de prosa admirable. Un hombre de aguda inteligencia, de gran humor e ironía. Lo de la mujer y el enchufe me hizo reir. Gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar
  2. Ja ja, gracias a vos, tengo varias anécdotas divertidas con él, un besito, Ana C.

    ResponderEliminar
  3. Perdón y quien era el escritor?
    Atte/

    ResponderEliminar
  4. Oiga, ¿no me diga que no se dio cuenta después de la foto y el video? je je je..., Atte, Yo.

    ResponderEliminar