Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

lunes, 10 de octubre de 2011

Encuentro...







     
      Angelito había sido visto por última vez en la zona de Congreso, donde justo, yo paraba. Mis amigas proteccionistas me avisaron que estaba en la puerta del café Los Angelitos, en Avenida Rivadavia. Pero cuando llegué, ya se había ido. Le pregunté al hombre del kiosco, y el tipo, harto ya de que lo cuestionaran, se negó a mis insistentes requerimientos:

-         Me contaron que estaba acá, ¿Y usted dice que no lo recuerda…?

  El señor, mientras levantaba y bajaba una pila de diarios, con cara de aburrido, respondió, entre balbuceos:

-         No sé, creo fue para la Plaza de los Dos Congresos

 Pero allí tampoco estaba. Me senté en uno de los bancos, mientras el sol apuñalaba la tierra con una perpendicularidad casi absoluta. Y después de algunos minutos, volví al hotel.

  
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      Ya era de noche y hacía frío. De regreso, pasé por el ciber al que siempre acudía, al otro lado del barrio. En la puerta, unos ojitos asustados se me quedaron mirando. Nunca lo había visto, pero imaginé que era él. Entonces, esa conexión que me suele ocurrir con los animalitos, en donde ambos ya sabemos todo de ante mano, nos presentó con un lenguaje mudo:

-         Esperame acá…, le dije,  y entré para pedirles que se lo quedaran por esa noche. Los Chinos contestaron que no, con un rostro hermético, de primates enojados. Se los volví a implorar, pero nada ocurrió. Ergo, salí a recorrer la manzana por ayuda, ya que en el hotel, ni locos lo iban a aceptar, (hasta había pensado en entrarlo dentro de una valija). 

 En la cochera de la vuelta, el empleado casi accedió, pero ante una llamada del dueño, respondió con otra negativa, y eso que la remé como media hora…

    Ya era de madrugada. Cuando regresaba al ciber, la cabeza de Angelito asomó desde la esquina, buscándome. Lo llamé, y vino a mí encuentro, y desde allí, nos fuimos caminando por Avenida de Mayo hacia la 9 de Julio, para hallar una mano solidaria. 
 Entre medio, dialogué con un vecino que solía pasear sus perros con mantitas diversas, quien me dio un collar y correa, para poder llevarlo.

   La epopeya recién comenzaba. Después de recorrer mil lugares sin esperanza alguna, y siendo ya las 3,30 hs, como última tentativa, le pedí al empleado de un puesto de diarios en la equina de las dos Avenidas. Costó, pero aceptó, debía ir a buscarlo a las 5,30 hs, cuando volvía el dueño. Mi rostro no podía estar más agradecido. Le hicimos una cucha dentro del puesto, con cajas y diarios, cerca de un calentador e intercambiamos celulares.

    Me fui a dormir iluminada, aunque tenía pocas horas para hacerlo.
     
    A las cinco y media corrí hacia allí, donde los dos, me aguardaban moviendo la cola al unísono. Entonces emprendimos nuevamente el recorrido inverso.  
    
    El frío había avanzado y mucho, ambos, casi congelados, continuamos por las calles, con la misma lentitud que el viejito tenía para caminar. A cada uno que pasaba, le preguntaba si lo conocía o quería adoptar.   
  Cuando no pude más, ya casi tiritando, fuimos hasta el área del cajero del banco, y nos metimos dentro. Ahhh, eso sí que era vida, calentito y seguro, sentados ante el escaparate, de la humanidad, toda. La gente pasaba y nos sonreía, sólo nos faltaba un cartel pidiendo dinero para alimentarnos… 

  Dos horas más tarde, comencé a llamar a mis amigas, quienes me dieron contactos y lugar para dejarlo. Nuevamente le pedí a Angelito que me esperara dentro, tomé un taxi, y fui al lugar. Después de nombrarles hasta al Papa como respaldo, lo aceptaron.
  Cuando regresé, un policía lo había sacado a la calle, pero él me aguardaba acurrucado, en el cantero del árbol. Lo subí al auto, previa pregunta al conductor, y volvimos al hogar.
   Esa misma tarde, lo ubicaron en un predio muy lindo. Y días después, fue adoptado por una buena familia.
  Supe que falleció hace 7 meses, pero al menos, sus últimos años, fueron bastante felices…

   Cada vez que cuento esta historia, la misma emoción, vuelve a embriagar mi entendimiento, y su recuerdo, la vida. 
  Va por vos, querido Angelito…, Ana C.



10 comentarios:

  1. Amé la historia de Angelito! Una ternura.

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  2. Y la del comentario anónimo fui yo, Pao "Ladolina".

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  3. Ahhhhh, Bravoooo ja ja ja, besotes, corazón

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  4. Estoy moqueando con la historia de Angelito. Cuánto amor puede dar un animal y cuánta gente desconoce de ese amor! Bella la historia, bella la obra de encontrarle hogar.
    Labellucci

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  5. Muchas gracias, así son los animales, beso grandote

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  6. me hiciste lagrimear con la historia de angelito te quiero anita

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  7. Besitos corazón, fue relinda historia

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  8. muy buena acción la tuya , te felicito !!!
    un Bso

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  9. Muchas gracias, Vic, un besito (es q soy proteccionista independiente, tb, y amo a los animales)

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