Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

jueves, 20 de octubre de 2011

Una parte de mí...








               (Arboleda que llevaba a la laguna, dopo, la inundación)



(En el mismo Bim, Bam, Bum...)



        Confieso que he sido una niñita muy querida, demasiado diría, por ser hija única, teniendo así todos los regalos y premios, y también, todos los retos…

     De bebé, mi viejo me hacía patalear con sus manos sobre mis patas, para hacerme una buena futbolista, cosa que logró, ya que los penales que metía, eran gloriosos, tanto, que hasta perdía el zapato cada vez que los hacía. (SIC)

   Los amaba a ambos, pero la mayor conexión, la tenía con mi vieja, (Electra toda poderosa). En los primeros tiempos, a mi papá, también le decía mamá, imagínense, estaba “chocho”, ja.

    A los tres, solía escribir todas las vocales, más mi nombre con tiza, en letras mayúsculas y de imprenta, sentada sobre el patio de laja de casa.

   Amé a los perros desde antes de nacer. Pero a los tres años, jugando con mi vieja en un lugar cercano a una vía, (cosa que no sabía), al ir a ver a uno que vagaba allí, casi fui atropellada por un tren, si ella no me hubiese rescatado a tiempo, mientras yo la puteaba, obvio…

   También adoré la mal llamada música clásica. A los cuatro años, y por pedido mío, me compraron el piano y la guitarra. Estudiaba mucho, con todo gusto, salvo en los horarios de juego con los chicos del barrio, cuando me llamaban y debía encerrarme a hacerlo, escuchando los gritos de ellos afuera...

   A los diez, incorporé el chelo, era casi el doble que yo, y se le saltaban las clavijas con asiduidad, pegándome unos sustos de aquellos. 
 Ya de adolescente lo vendí para comprarme un Citroen 3CV, y bue, a esa edad, uno es más boludo que de costumbre…

    A los seis años, me llevaron a tomar clases de equitación, con Farolito, un caballo completamente blanco que adoraba, también de patín en el casino de marpla y de natación, en el náutico de Necochea.

   Casi a esa misma edad, íbamos a La Laguna de Epecuén, en Carhué, porque mi viejo necesitaba tomar baños de sal. Ahhh, lo que he odiado ese lugar, además, mi vieja me hacía ir solo con un shorcito, si nada arriba, para que me diera el sol y fuese más sanita… Yo era grandota, y tenía un busto insipiente pero generoso. Dios, moría de vergüenza, pero ella, terca como una mula, me seguía llevando así, en pelotas mal, delante del mundo.

   En fin, luego de meterme en esa agua asquerosa, teníamos todo el viaje en auto bajo el sofocante calor, dura de sal como una momia, hasta el hotel del centro. Un castigo divino que yo debía pagar, vaya a saber por qué culpas ajenas. Aborrecía  la tirantez de la piel, el craquelado posterior, y todas las molestias acarreadas, eran de lo peor...

   Saldaban la cuenta, entre el debe y el haber, de mi pequeña vida, las noches en el pueblo. Había un bar de mala muerte en la esquina, el: “Bim, Bam, Bum”, seguramente parafraseando al Big Bang del comienzo del mundo, digo por los estruendos de la música, gritos y parejas bailando con sus pies arrastrados por el piso, que repercutían en las habitaciones, y a la vez, llenaba de alegría la cuadra. Yo los miraba desde la ventana que daba a la propia vereda, era divertido, aunque algo chillón. De ahí me quedó el tema que dice: “Lo que pasa es que la banda está borracha, hip, está borracha, hip, está borracha…”, me encantaba que mi mamá me lo cantara antes de dormir.

    También estaban los bailes de carnaval en las calles, muy bien organizados y con excelentes disfraces, siempre pedía salir para verlos.  

  En contraposición, la mayoría de las noches, había lluvia de cascarudos negros, diría, diluvio de ellos, que se nos metían por entre la ropa, un espanto…

   El dueño del hotel, que ya ni recuerdo el nombre, se llamaba: Señor Trabuco. A mí me daba una impresión tremenda que el tipo se apellidara así, con un rótulo tan de pistolero. Pero más gracia me causó, cuando mi vieja descubrió que el hombre, cada vez que hablaba con alguien, tenía el tic de tocarse la bragueta con su mano. Era imposible que no me riera al verlo, ocasionando diversos papelones, a mis padres.

    Una siesta, donde todo el mundo reposaba en paz, mientras esperaba a mis viejos que terminaran de comer, me quedé saltando en un pasillo que tenía unos jardincitos chotos alrededor. Jugaba, sola e imaginariamente, a que atravesaba la fosa del río de un castillo, desde un cantero con plantas, hacia el del otro lado. Hasta que vi un congreso misterioso de hormigas coloradas, al que traté de esquivar, todo el tiempo. Claro que llegó un momento, en que distraída como era, me olvidé del tema, con tan mala suerte, que me caí de culo sobre el hormiguero…  
 Creo que los gritos que pegué, fueron peores que los ruidos de los bailes nocturnos. Además de escucharlo hasta mis padres dentro del comedor, quienes vinieron corriendo, desperté a toda la comarca de viejos durmientes del lugar. Por supuesto que las hormigas me picaron mal las piernitas, y encima, recibí el reto de mis progenitores, por haber gritado como una yegua… 
  Y bue, los insectos me sacaban mal, les tenía como una especie de fobia, que por suerte, con el tiempo, pude superar. 


   Ahhh, esos sí que fueron imborrables recuerdos en mis retinas..., Ana C.




(Este blog resume mucho de lo vivido allí)


4 comentarios:

  1. La salidita de baño abierta, esa no fue tu mamá, ya estabas en tetas por gusto, no digas. Qué bellos recuerdos. Alguna cosa que contás puedo comprenderla a la perfección, yo también soy hija única. Con toooodo lo que eso implica. Después leo con calma todo lo de Epecuén. Precioso relato.
    Labellucci

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  2. Naaa, ahí tenía 4 años, me vestía aún mi vieja ja ja, y agradecé que me puse la salida de baño, si no, me dejaba en tetas ja ja, besitos, Ana C.

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  3. Y en la última foto? ese pronunciado escote, no me vas a decir q fue tu mamá la q te puso el vestidito negro, una fijación de la infancia como mucho... Jajaja, qué lindas fotos. Conservás los rasgos de cuando eras chiquita.
    Labellucci

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  4. Juasssssssss, ahí sí me quedó la fijación de mi vieja mostrando las tetas, ja ja ja, un besito

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