Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

lunes, 26 de septiembre de 2011

Encuentro explosivo…



Había recorrido a pie todo baires hasta encontrar un vestido que era un divinor, aros y collares acordes, más una chalina plateada de regalo, y pepés – sandalias, al mejor estilo Cenicienta, de plata con piedras incrustadas. Sí, tenía una fiesta más que importante. Agotada ya de tanto trajinar, me dispuse a tomar el Bondi, cuando sólo me restaban, 10 cuadras del hotel. Pajuerana que soy, subí, como siempre, casi a los gritos, preguntando si iba a Congreso, lo que el colectivero afirmó. Ergo, cuando estaba insertando las monedas en la máquina, el señor me dice: - Pero mirá que tenes solo diez cuadras hasta Congreso – Sí, respondo, altiva de mi subdesarrollo existencial provinciano, pero estoy cansada de tanto caminar…

Entonces una voz del más allá, que era bien del más acá, proveniente de la primera fila, dijo: - Aysss, qué gracioso, el colectivero creía que la chica estaba perdida y ella estaba agotada… Yo percibí ese timbre de voz como alguien que conocía de toda la vida (memoria emotiva que le dicen), y sin siquiera darme vuelta al instante, supe quien era… La señora, Yiya para los íntimos, estaba sentadita con las piernas apretadas y un paquete sobre las mismas. La miré con un tinte simpático, amén de las contradicciones típicas que uno tiene con este tipo de “personas”, y me acerqué diciendo: - Oiga, ¿No me diga que lleva masas para tomar el té con sus amigas? Ella permaneció asombrada con unos ojos mansos detrás de las lentes, los que quién sabe qué otro tipo de momentos habrán visto, y respondió: - ¿Por qué? ¿Vos quién sos? ¿Quién te manda? – Nadie, le dije, conocido, al menos, la tengo vista de la tele… La anciana volvió a mirarme ya con una tranquilidad infinita de culpa y cargo, mientras el colectivero moría de risa desde el espejo retrovisor a la espera de una batalla campal en movimiento, y el resto de la gente, muy poca, claro, trataba atenta de seguir el diálogo: - Ays, querida - siguió ella - vos sabes que eso no pasó como se dijo… Fue todo una mentira. Mirá, si no, los enfermeros, quienes también comieron de esas mismas masas, e incluso, los médicos del hospital, tendrían que estar muertos… - Bueno, dije, no lo sabemos…, mientras intentaba contener la carcajada oculta que estallaba dentro de mis labios, a la vez, que mi instinto investigador, me exigía que continuara hablando, y más aún, que la siguiera hasta su casa…

Charlamos por unos minutos, hasta que mi parada "colectivezca", boicoteó todo deseo futuro de saber sobre su persona. Entonces me bajé, no sin antes, saludarla con respeto, (a ella y al resto de las personas), como esas formalidades que uno suele hacer al estar delante de un “potencial asesino” con una muy buena coartada…, Ana C.

PD: Después supe que vivía en Constitución, con un jubilado no vidente, a quien le cobraba todas sus entradas... In memoriam de Yiyita Murano, juas



2 comentarios:

  1. ¿A final no te convidó una masa? ¡Qué maleducada! jajajaja

    ResponderEliminar
  2. Juassssssssss, antes me tiro palomita, ja ja, un saludo, Ana C.

    ResponderEliminar