Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

jueves, 29 de septiembre de 2011

Alborotada Navidad…





   
     De niña, sin dudas, tuve todos los gustos habidos y por haber. Claro, así quedé, ja… En fin, había llegado Navidad, y con ella, toda la felicidad arraigada en adornos, Papa Noel y juguetes varios, flotaba en el ambiente. Yo tendría unos cuatro añitos, y mis padres, en secreto, me habían comprado la  primer bicicleta. Pero, arduo problema iba a ser entrarla a casa, ya que mi inquietante carácter perpetuo, no dejaría de investigar ese futuro hallazgo por todas las esquinas. Entonces decidieron subirla al primer piso de mi pieza, por medio de los empleados del negocio, desde la vereda. Y, para despistarme, dejaron como olvidado un autito Fitito diminuto sobre el calefactor del hogar…
  Ese día me desperté más insoportable y ansiosa que nunca, para recorrer la totalidad de la casa en nombre de mis regalos, tan anhelados y merecidos. Cuando llegué al comedor, mis ojos divisaron semejante ofensa a mis sentidos. El Fiat en miniatura estaba allí, frío y microscópico, envuelto en una bolsita transparente, arrojado sobre la estufa, como quien tira a un tiburón una mojarrita para que se alimente. De inmediato, mis gritos, estallaron hasta llegar a los oídos de mis viejos, quienes, alegres, (por lo que vendría), intentaron calmarme, sin obtenerlo, claro. Desde la parte superior, un ruido extraño me sorprendió. La miré a mamá, mientras subía los escalones vociferando en medio del llanto:
- Viejo de mierda, amarrete, esta porquería me trajiste… (Por papá Noel, obvio)
  Mis padres no sabían como detener esa delicadeza tan arraigada en lo más íntimo de mi ser, y sobre todo, qué hacer para que yo no viera a los tipos descargando la bici en mi pieza. Nuevamente me abrazaron, diciéndome que seguro él había dejado más  juguetes en otra parte de la casa, mientras yo seguía puteando a diestra y siniestra. En el primer piso, otro sonido volvió a inquietarme, entonces, me dieron la libertad de ir. Cuando entré a mi habitación, todo tipo de ira infantil se diluyó mágicamente, al ver la bicicleta roja con sus rueditas haciendo juego, esperándome de pié junto a la cama.
 Desde ese día, les juro, nunca más me separé de ella, siguió durmiendo a mi lado, por muchos años más…, Ana C.


6 comentarios:

  1. Hubiese pagado para ver esa escena de desborde emocional hacia el gordo de barba ! jajajajaajajaj

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  2. Juasssssssss, tu lo has dicho, otro papelón, mundial ja ja, besitos y gracias

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  3. QUE LINDO RELATO Y POBRE PAPÁ NOEL ! LE PEDISTE DISCULPAS ? jajajajj

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  4. Juasssss, nooo, sentí algo de culpa, nomas, ja ja, besitos y gracias, Vivi.

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  5. la situaciòn de mis viejos...un poco màs complicada..me regalaron o me trajo Papa NOel mi primer caballito...pero que alegrìa...lindo recuerdo me trajiste grs. !!!

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  6. ¿Caballito de verdad o tipo el sulkyciclo?, tuve tb, y me fascinaba, je. Gracias, Harold, a mí tb me removió todo hacerlo, ja ja, un besito

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