Ojito...

Ojito...

No dejen de mirar esas caritas de los niños, ahora ya adultos, por Dios...

martes, 27 de septiembre de 2011

Te lo juro por éssstaaa...




   Me vestí apresurada. La vertiginosidad de las horas, me había llevado a estar más nerviosa que de costumbre. Tomé la camisa escocesa del vestidor, el pantalón oscuro y la campera haciendo juego, casi al mismo tiempo, que terminaba de peinar mi pelo aún mojado. El timbre del teléfono volvió a confirmar mi apremio por llegar a aquella cita. No lo atendí, sabía que reprocharía, mi impuntualidad nata. Me maquillé casi al instante, con un polvo mágico de solución perpetua, y entré al auto. Al intentar encenderlo, un sonido sordo y mudo, se apoderó de mí. La batería del coche había fenecido en la penumbra de la noche, sin aviso previo. Entonces, aprovechando el declive del garaje, lo fui empujando hasta la vereda. Hacía calor,  y mi ardua tarea se convertía, cada vez más, en una pesada carga de soportar. Cuando logré bajarlo a la calle, ya sin un plano inclinado de ayuda, el costo de mi esfuerzo, se volvió a acrecentar. A lo lejos, la bocina de un camión de residuos, se hacía escuchar amenazante. Yo me di vuelta con la ira y el cansancio instalados en mi rostro, y sin decir nada, continué maniobrando el volante, hasta casi acceder al cordón de la vereda. Fue justo cuando el camión volvió a hacerme sobresaltar con un mismo estallido auditivo, ya casi en la esquina de mi casa, a la vez que yo era un engendro de insultos arraigados desde lo más profundo de mí ser que estaba a punto de convulsionar. Entonces mi deseo se hizo palabra, gritando: 
- ¡Qué quieren, pelotudos, no ven que estoy empujando el auto sola!!! ¡¡¡Ya los vi!!!, mientras seguía con mi tan loable menester de estacionar el coche a empujones. De inmediato, el camión se detuvo a la par del mismo, y el conductor me dijo: - Nada, Señora, queríamos ayudarla a empujar el coche… Yo sentí que la vergüenza trepaba por mi piel hasta depositarse justo en mi garganta, y sin dar el brazo a torcer, le respondí: - Bueno, querían empujar, empujen…, con una voz moribunda que renacía solo por la necedad arcaica de mi ser, a la vez, que subía al auto para ser empujada por el Señor recolector, sin dudas, alguien mucho más educado que la que subscribe… Ah, sí, a mi cita, llegué repuntual…, Ana C.


5 comentarios:

  1. Jajaja, interesante anéctoda. La gente suele ser más solidaria de lo que uno espera. Me gusta el blog, lo seguiré. Saludos Ana!

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  2. Muchas gracias, Antonio, ja, te juro que me quería matar, ja ja, ays dios, mi vida es un quilombo con patas, juas, besitos, Ana C.

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  3. jaaaaaaa eso te pasa por cabrona jajajajaj la proxima que te vea en similar situacion te pasa por encima

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  4. Te diría que la lectura de tu blog, me resulta casi imprescindible!!
    Adoreé la actitud de Reina ofendida, al magnánimamente dirigirse a la plebe, con un certero: "Bueno, querían empujar, empujen"
    Genial, Ana!

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  5. Ajaaaaaaa, Eme, te juro que no sabía donde meterme, encima el auto puto juas.
    Lauri, es verdad, tenía un día de aquellos, casi los mato tb juass. Gracias y besitos, Yo.

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